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sexta-feira, 23 de setembro de 2011

Recordando a ¿Julia?


marian pessah

Nos vimos sólo una vez. No era un sábado cualquiera, por esa razón yo había hecho varios kilómetros para participar del evento. La fecha era clave y la ocasión lo pedía. Mi tercer ojo se empezaba a despertar y desenfundé la cámara con la intención de inmortalizar sensaciones. No pensaba que esas fracciones de segundo podrían morir, tampoco en la unicidad del momento, del instante preciso. Preciosa su sonrisa.

Bajé del tren con la urgencia de recordar la ciudad, sus calles, olores. Hacía varios años que no volvía y mucha agua había pasado debajo de sus puentes. También de los míos. Redescubrí sus árboles, sus casas. Sus nuevos aromas. ¡Su perfume!

Algunos días después, al bajar las fotos en mi computadora, la volví a ver. Ella sonreía junto a aquellos árboles, avenidas y ríos. A veces mi cámara, o mi compu, se comportan de una manera muy extraña y mezclan las imágenes. Intercambiamos algunas palabras, pocas. Intenté preguntarle su nombre, pero en ese mismo momento, alguien también hablaba. Unos minutos más tarde, reiteré la pregunta. Tampoco hubo respuesta. Supuse que no tendría importancia. Llamémosla Julia.

Ese sábado, estoy segura, a Julia y a mí nos corrió la misma energía por el cuerpo. Vuelvo a comprobarlo en su mirada. Retuve su sonrisa como una gota que se ataja en el aire, pero luego se resbala por los dedos. Hay momentos que se registran y otros que corren, húmedos, entre los dedos.

En el instante en que yo caminaba a su lado estiró una palabra:

– Aaadióooos.

Me sorprendí de mí misma, yo pasaba distraída y no la vi. ¡¿Cómo pude no haberla visto?! Si ya habíamos intercambiado unas palabras. Yo le había pedido un cigarrillo y ella había ido a buscarlo, especialmente. Me paré tímida, junto a ella. Compartimos un silencio tensamente deseado. Como la luz del sol que se escondía tímidamente dando paso a los faroles de la noche.

Anoche tuve un sueño. Volvía a tener el pelo largo. ¿Esta vez sería Sansón o Dalila?

Miré al cielo y vi la luna, redonda, imponente. Varias sensaciones volvieron a mi memoria, a mi cuerpo. Recordé el momento que bailábamos, al lado del fueguito y por una décima de segundo, sentí sus ojos clavadísimos en los míos. Fue eléctrico. Me sentí desnudada en la pasión que sentía.

Hoy, lejos de ese sábado, en ciudades diferentes, me queda su imagen en medio de la naturaleza. Retengo un nombre incierto y me pregunto si podría correr a su lado, por la playa, en libertad, como las mujeres azules de Picasso.

Julio de 2008

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