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segunda-feira, 29 de agosto de 2011

Fusilada, acuchillada, ¿qué más?


Como hoy, 29 de agosto, es el día nacional de la visibilidad lesbiana en Brasil, se me ocurrió subir este pequeño textín q escribí recientemente.

Para que analicemos la violencia externa, pero también la interna.

marian pessah

Corre el mes de agosto, se lleva a cabo el juicio de Natalia Gaitán, la Pepa, fusilada por lesbiana. Estoy al pendiente de las noticias de lo que sucede en Argentina, la casilla de correos está llena y el Facebook, más aun. Si no estuve atenta, y me perdí una nota, llega por duplicado. Daniel Torres, padrastro de su novia, la “mató como a un perro”, ilustraba un año atrás Graciela, la madre, entre sollozos desesperados. Nunca habrá consuelo. El patriarcado, las normas, el deber ser, cuidar las formas. Masculinidades fuera de lugar.

Sigue corriendo el mes de agosto, pero de pronto, la carrera se detiene en seco. Una gota helada, con sensación de incertidumbre, se desliza rápidamente por mi espalda. Leo que Janaína da Silva e Souza murió acuchillada por su “esposa” Fernanda Cristina Carvalho, quien la mató al descubrir el embarazo, prueba material de la traición. Janaína fue descuartizada como una vaca al llegar al matadero. Tampoco habrá consuelo para quienes quedaron. Nuevamente el patriarcado, las normas, el deber ser, el cuidar las formas. Lesbianidades fuera de lugar.


Una mujer mata a su “esposa” por haberla traicionado. Ella descubre que estaba embarazada y luego de una fuerte discusión, le propina unos cuantos piquetitos. Me quedo impávida mirando la tela de la computadora. Así como para la “esposa”, que Janaina estuviera embarazada era la prueba material de la traición, también lo es la reproducción del patriarcado entre las lesbianas, de las peores formas de violencia. Y me estoy refiriendo a la violencia obvia del cuchillo, pero también a lo no tan obvio: la de la propiedad privada de las personas, cuerpos, sentimientos.

Al asesino de Natalia le dieron 14 años, pero como dicen las chicas que están en movimiento en Argentina, justicia es que no vuelva a pasar. ¡¿Pero cómo?! Si ya tan rápido está sucediendo nuevamente. Este nuevo asesinato no precisó de Torres, sucedió dentro de casa. ¡¿A quién culpamos ahora?! ¡¿A quién le gritamos, escrachamos?! ¡¿A quién acusamos de machista de mierda y lesbofóbico?!

Cierro la computadora y corro alucinada. Agito las manos de forma desesperada y grito ¡Por favor, paren las rotativas, detengan el tren! Necesito pensar, necesitamos reflexionar, ¿cómo seguir? ¿Vamos a acabar matándonos entre nosotras, dejándonos mensajes? Se decía que cuando el padrastro de la Pepa aparece con un arma larga, y le dispara, la asesinó por lesbiana, pero también por masculina, por independiente, por “corromper” a su familia. Y el mensaje que Fernanda quiso dejar en el cuerpo ensangrentado de Janaína, ¿cuál era? ¡Este cuerpo tiene dueña, soy yo; placer es solo conmigo!

Siento horror de lo que estoy viendo, el enemigo está dentro nuestro. Cuántas veces las lesbianas hicimos chistes con que las heterosexuales duermen con el enemigo. Muchas veces dijimos que ser lesbiana era la línea de fuga, el escape de la heterosexualidad obligatoria, a la no reproducción de las normas establecidas, roles fijos. ¿Y ahora? ¿Qué haremos dentro de la casa de la lesbianidad? ¿Dentro del machismo y la colonización que hay en nuestras cabezas e ideologías? En la propiedad privada de los cuerpos, en que sólo la muerte nos separe. ¿Acaban llamándola! Bajándose antes del tren, tirándose en lugar de pedir que pare.

¿No es hora ya de abrir esas esposas que atan y dejan preso al amor? ¿De ver que la propiedad privada tiene que ver con el control y no con el amor? ¿Y si nos propusiéramos romper esa monogamia obligatoria que tanto nos oprime? ¿Y si nos enfrentásemos a esos fantasmas, miedos, realidades, sentimientos? ¿Y si nos comunicásemos más?

Janaína y Fernanda, ambas de 30 años, ¿vivían solas? El correo está mudo en Brasil, no he visto manifestaciones más que correctas expresiones, de oh, qué horrible y eso me deja una sensación de vacío muy grande. No encuentro interlocutoras. ¿Me pasará solo a mí? Voy a gritar más fuerte, tal vez el eco de mi voz me acompañe y sienta que somos muchas. Tal vez al final del túnel se termine este silencio atronador.

Um comentário:

Anônimo disse...

no, no estás sola....
gracias!