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sexta-feira, 13 de agosto de 2010

Cristina Peri Rossi

ASOMBRO

Enséñame – dices, desde tus veintiún años

ávidos, creyendo, todavía, que se puede enseñar alguna cosa

y yo, que pasé de los sesenta

te miro con amor

es decir, con lejanía

(todo amor es amor a las diferencias

al espacio vacío entre dos cuerpos

al espacio vacío entre dos mentes

al horrible presentimiento de no morir de a dos)

te enseño, mansamente, alguna cita de Goethe

(“detente, instante, eres tan bello”)

o de Kafka (una vez hubo, hubo una vez

una sirena que no cantó)

mientras la noche lentamente se desliza hacia el alba

a través de este gran ventanal

que amas tanto

porque sus luces nocturnas

ocultan la ciudad verdadera

y en realidad podríamos estar en cualquier parte

estas luces podrían ser las de New York, avenida

Broadway, las de Berlín, Konstanzerstrasse,

las de Buenos Aires, calle Corrientes

y te oculto la única cosa que verdaderamente sé:

sólo es poeta aquel que siente que la vida no es natural

que es asombro

descubrimiento revelación

que no es normal estar vivo

no es natural tener veintiún años

ni tampoco más de sesenta

no es normal haber caminado a las tres de la mañana

por el puente viejo de Córdoba, España, bajo la luz

amarilla de las farolas,

no es natural el perfume de los naranjos en las plazas

-tres de la mañana-

ni en Oliva ni en Sevilla

lo natural es el asombro

lo natural es la sorpresa

lo natural es vivir como recién llegada

al mundo

a los callejones de Córdoba y sus arcos

a las plazas de París

a la humedad de Barcelona

al museo de muñecas

en el viejo vagón estacionado

en las vías muertas de Berlín

Lo natural es morirse

sin haber paseado de la mano

por los portales de una ciudad desconocida

ni haber sentido el perfume de los blancos jazmines en flor

a las tres de la mañana,

meridiano de Greenwech

lo natural es que quien haya paseado de la mano

por los portales de una ciudad desconocida

no lo escriba

lo hunda en el ataúd del olvido

La vida brota por todas partes

consaguínea

ebria

bacante exagerada

en noches de pasiones turbias

pero había una fuente que cloqueaba

lánguidamente

y era difícil no sentir que la vida puede ser bella

a veces

como una pausa

como una tregua que la muerte

le concede al goce.

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